Salvador Aviles Ayala la historia de bajar al infierno personal y profesional
Yo solo necesitaba que me trataran como una persona.
Esta es su historia, contada con sus propias palabras, desde lo más hondo de su alma:
Siempre supe que quería ser policía. Desde que tuve uso de razón, con apenas dos años, ya lo llevaba dentro. Aprobé las oposiciones en 1992 en Ceutí y en 2003 en Lorquí, en Murcia, tras un esfuerzo que me costó sudor, lágrimas y dinero. Las condiciones eran duras: turnos eternos, patrullas en solitario, pocos recursos… Pero nada apagaba mi ilusión. Ser policía no es un trabajo para mí; es mi vida, mi vocación, mi manera de existir. Y estoy orgulloso de ello.
Todo cambió en septiembre de 2008. Un accidente brutal, fuera del servicio, mientras entrenaba en mi bici de montaña para estar al 100% en mi trabajo. Porque sí, yo me exigía estar en forma física, mental, emocional… aunque nuestra administración no lo viera como parte del deber. Dos operaciones después, mi hombro quedó destrozado. Pero no dije nada. Seguí trabajando, porque amo lo que hago, porque necesitaba hacerlo. Cuatro años arrastrando un dolor insoportable, con parches de morfina, pastillas, infiltraciones… 24 horas al día de agonía. Hoy convivo con ese dolor, me he “acostumbrado”. Pero entonces, ponía en riesgo mi vida, la de mis compañeros, la de los demás. Y aun así, no paré.
Hasta que llegó julio, las fiestas patronales. Una madrugada en la zona de las barras, 3000 jóvenes, una pelea multitudinaria. Un golpe en mi hombro roto me tiró al suelo. Patadas, caos. Salí como pude, pero algo dentro de mí se quebró para siempre. Ahí supe que no podía seguir en la calle.
Pedí el pase a segunda actividad, un derecho que me amparaba la ley. Pero empezó el infierno de verdad. Tres veces me lo denegaron, tres silencios administrativos que me hundieron. Seguía trabajando, cojo, inseguro, con miedo. Y encima, el rechazo: “escaqueado”, “vago”, “mal compañero”. Palabras que me atravesaban como cuchillos. Me sentía humillado, solo, un bicho raro en mi propia casa. Mi médico me dijo: “Salva, así no puedes seguir”. Pasé por el tribunal médico, les rogué que no me jubilaran, que quería trabajar. Pero llegó la carta: Incapacidad Permanente Total. El 55% de mi sueldo y un decreto de Alcaldía que me cesaba como funcionario. Firmé sin entender, roto, perdido y humillado.
El día que vacié mi taquilla, con lágrimas corriendo por mi cara, metí mi vida en una simple caja. Me arrancaron mi pasión, mi dignidad, mi razón de ser. Me dejaron en caída libre, destrozado en todos los sentidos: profesional, personal, emocional, económico. Dos años en un pozo negro. Depresión, ansiedad, noches sin dormir. Ideas oscuras que no quiero ni nombrar. Perdí la primera batalla en el juzgado y toqué fondo.
Pero una madrugada, desesperado, buscando en internet, encontré AILPOLD. Me inscribí. Al día siguiente, sonó el teléfono. Era Vicente Flores Calero, el presidente. Horas hablando, días, semanas… Vicente no solo me escuchó; me devolvió la vida. Me trató como persona, me llenó cuando estaba vacío. Me metió en ese grupo de WhatsApp que hoy es mi familia, donde conocí a gente increíble como Casimiro Villegas, un policía de Sevilla que lucha tras defender su vida y la de su mujer. Con ellos, volví a ver algo de luz.
Dos años más de espera, pero ya no estaba solo. En octubre de 2017, mi abogado me llamó: el TSJ de Murcia nos dio la razón. Lloré como niño, solté la rabia, el dolor, la frustración. Había recuperado mi dignidad. Aunque la administración tardó un año en reincorporarme, poniéndome trabas, AILPOLD me sostuvo. Y llegó el 10 de octubre de 2018. Lluvia, frío, nubes… pero para mí, el día con más luz de mi vida. Volví al trabajo, con mucho miedo, sí, pero con ganas de sonreír, de ayudar, de volver a ser yo.
No guardo rencor a quienes me hundieron. Dejo la rabia en la puerta y vivo. Porque ahora soy más fuerte. Soy el delegado de AILPOLD en Murcia, ayudo a compañeros que, como yo, enfrentan una discapacidad inesperada. Los arropo, los guío, les doy el calor de esta familia. Desde Murcia hasta Lorca, Cieza o Bullas, con sindicatos, con José Antonio, delegado en Madrid, llevando nuestra voz a la Asamblea Regional. No paramos.
Gracias, Vicente, te debo la vida. Gracias a la junta, a los delegados de cada rincón de España, a esta familia que me salvó. Y un guiño especial a mí mismo, a ese Salva que no sabía que llevaba dentro, que hoy vive por y para los demás.
No soy un “municipalillo” al que puedan pisar. Soy el puto amo de mi vida, con un escudo mágico llamado AILPOLD. Y mientras sigo luchando por mis derechos, miro a los que me quisieron borrar y sonrío. El problema lo tienen ellos. Yo ya gané.
Un abrazo,
Salvador Avilés Ayala
Delegado de AILPOLD en Murcia
Teléfono: 963611166
🚨 Lamentamos comunicar nuevo #Suicidio en FFyCS, #PolicíaLocal #Benejúzar #Alicante Descansa en paz compañero 🕯
🤲 Nuestras sentidas condolencias a su familia, compañeros, amigos y allegados
☎️ Si necesita ayuda emocional por ideación suicida: 024 / 717 003 717