Lupe, la policía con discapacidad que lucho hasta tener un puesto adaptado.
Hoy contamos con sus palabras la historia de superación de Lupe Carrasquilla (47 años),ella se incorporó al cuerpo de Policía Local de Sant Pere de Ribas en 2005 con muchísima ilusión. Pero seis años después comenzaron sus problemas de salud. Lesiones en la espalda, lumbares, cervicales. No había sufrido ningún accidente pero su salud se resentía de vez en cuando.
Los medicos no se explicaban cómo tenía tantas lesiones, pero ella seguía luchando y regresando a su puesto de trabajo, por el que había luchado y le gustaba porque ante todo se sentía policía.
Pero un día fatídico cuándo finalizaba su servicio 10 minutos antes de la hora establecida. Fueron sus compañeros los que la encontraron desmayada en su coche. Había sufrido una trombosis.
Eso ocurrió en 2013, desde ese fatídico día empezó su periplo tanto personal como profesional.
Ella nos cuenta que: “Cogí la baja, y los médicos comenzaron a investigar para ver qué me pasaba. Con el paso de los años me han diagnosticado el síndrome de Behçet, una dolencia que me causa daños en el sistema circulatorio con afectación a varios órganos”.
Esta enfermedad es muy silenciosa pero a la vez causa muchísimos problemas, pero en la que sufres ciertos avisos como que “En una ocasión la mano no me respondió y un cabo tuvo que desmontarme el arma para meterla en el armero; no sabía que me pasaba”, recuerda.
Pero todavía no había pasado lo más grave ,esto se produjo cuando estaba de baja curándomede mis dolencias, sin saber porque recibo una comunicación de la Seguridad Social. “Me habían dado de baja del Ayuntamiento sin comunicarme absolutamente nada. Llamé a recursos humanos y me dijeron que era el procedimiento habitual y que no pasaba nada. No dudé de lo que me decían”, era como una terrible pesadilla en la que no hay salida.
Jubilación forzosa
Pero lo más triste fue cuando descubrió que la habían jubilado. “Recibí una carta certificada con el carnet de pensionista. Lo recuerdo como el peor día de mi vida porque es algo que no te esperas ni mereces ,es como si te abrieran por la mitad. No había recibido ningún decreto de alcaldía, ninguna notificación del ayuntamiento conforme a que me cesaban. Nada”, recuerda, no me habían dado posibilidad de defenderme. El INS ya había resuelto que padecía una incapacidad permanente total y el responsable de recursos humanos le comunicó que no podía seguir trabajando. Carrasquilla era consciente de que no podía desempeñar su labor como agente de calle –“voy descoagulada por mi enfermedad y si se produce una reyerta y me hieren me podía desangrar”– «pero sí puedo realizar cualquier otro puesto adaptado, no es de recibo que después de 8 años en el cuerpo con la experiencia que atesoro no sirva para nada».
Finalmente consiguió ganarlo en vía judicial, pero no ha sido un camino nada fácil. “Miré el convenio y vi que la segunda actividad estaba regulada en un anexo, pero cuál es mi sorpresa cuando veo que el anexo no existe. Me dijeron que nunca se había desarrollado. Me había quedado en la calle, con un puesto de funcionaria, con una mano delante y otra detrás, porque no tenían ningún seguro contratado para cubrir la incapacidad, yo cobré el último mes, y no había nada más”.
“LO MAS DURO ES QUE ESTAS EN TIERRA DE NADIE”
Lupe es madre de tres hijos. Uno de ellos, con un discapacidad psíquica del 50% tras sufrir un accidente cuando tenía ocho años. “Pasé nueve meses en la academia para tener un puesto de trabajo, trabaje dando todo lo que se me pedía y mucho más ,y sin más me echan a la calle sin darme ni si quiera un triste papel”, lamenta. Tras ello, reclamó al consistorio de Sant Pere un puesto adaptado a sus lesiones pero se lo denegaron. Se vio “en tierra de nadie” hasta que un compañero le habló de La Asociación para la Integración Laboral de Policías con Discapacidad (AILPOLD). Su presidente, Vicenç Flores, la orientó para poder reclamar todos sus derechos. “Sin ellos no hubiera podido hacer nada porque vamos totalmente perdidos ”, agradece Carrasquilla. Tras estudiar la normativa, se agarró al convenio, y reclamó su derecho a un puesto adaptado.
A pesar de que el Juzgado Contencioso Administrativo 3 Barcelona desestimó su caso, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) le dio la razón en diciembre de 2018. El consistorio todavía tardó otros 4 meses en reincorporarla, pero aún con eso no lo realizo correctamente y a día de hoy todavía está con tramites administrativos con ellos. “El fallo indicaba que tenía que ser un puesto compatible con mi incapacidad y por ello ocupo uno de nueva creación en el que desempeño exclusivamente tareas administrativas en el Departamento de Gobernación ”, relata.
Luchar para trabajar
No puede estar más contenta con su victoria. “Quiero que los compañeros no se conformen, que piensen en lo que pueden hacer, tienen que batallar, pensar en sus capacidades y no en la discapacidad”, subraya. “Soy feliz y mis superiores me lo dicen. No tenía que haberme ido porque lo que hago ahora lo podía haber hecho cuando me echaron a la calle. Te queda un punto de frustración pero también de satisfacción por haberlo conseguido”, confiesa. Y es que, aunque le “duele en el alma” no poder llevar su uniforme, y ver a sus compañeros salir de servicio, celebra muchísimo su situación.
Lupe anima al resto de agentes que se han visto discriminados por una discapacidad sobrevenida a dar la batalla y no parar hasta rehabilitar el puesto. “Se puede conseguir, hay que pelearlo, pero no hay que tener miedo. Yo tengo una discapacidad del 52% reconocida desde 2015, me han operado de glaucoma y recientemente me han realizado otra operación mas complicada , y aquí sigo”, señala. Y es que esta lucha va más allá de su puesto. “Pienso en mi hijo, yo no voy a estar aquí siempre y todos merecemos un porvenir”, señala. Ahora lleva unos meses de baja, porque le han tenido que operar de otra dolencia.
Aún así, se muestra positiva porque, al fin y al cabo, ha vencido. Un periplo de cuatro años de lucha para acceder a un derecho fundamental; trabajar.